En 2006, cuando el Xbox 360 era todavía una novedad tecnológica apenas aprovechada por los diseñadores de videojuegos y tratada con cierto desdén por el público, hubo una novedad en el mercado que hizo que las ventas de consolas Xbox 360 se fueran al cielo. Un juego que convirtió a la consola en un campo de gotcha virtual: Gears of War. La aventuras del soldado Marcus Phoenix para salvar a la humanidad en un mundo a punto del fenecer se convirtieron en casi un clásico instantáneo de la nueva era de los juegos de video.
Hoy, la historia del soldado Phoenix y el comando Delta llega su fin. Llega a las manos de todos los gamers del mundo Gears of War 3, el videojuego más esperado de este año. Epic Games, la compañía realizadora, espera vender, tan solo en este lanzamiento más de un millón de copias. Un exitoso comercial ha acompañado el lanzamiento, donde la violencia del producto se mezcla con la nostalgia de la canción Heron Blue de la banda indie Sun Kil Moon.
Lanzamiento mundial, ventas de medianoche, filas de fanáticos y gran expectación desde que le juego se presentara hace más de un año. ¿Qué explica el fenómeno Gears of War?
JUGANDO GOTCHA EN LA SALA
Como ha sucedido con los videojuegos en la última década, lo que ha evolucionado no solo ha sido el modo de juego. También la narrativa, las historias que apoyan al juego, han sufrido una profunda transformación.
Y Gears of War es protagonista de ese cambio. Nunca un videojuego de guerra (ni siquiera el popular Halo) había tenido un modo de juego tan instintivo: si hay que disparar, se aprieta el gatillo del control de juego. Se puede jugar individualmente o en equipos: más barato que rentar el campo y las pistolas de pintura. Y nunca hasta entonces un videojuego había explotado tan bien la vena online del Xbox 360: la experiencia de jugarlo conectado a internet, con un equipo de desconocidos internacionales era una completamente diferente a simplemente jugarlo en solitario.
Pero sobre todo, nunca antes un juego de guerra contra aliens humanoides (todo un género en el mundo de los videojuegos) había tenido una historia tan emocionalmente atractiva.
Gears of War es, en el fondo, un juego melancólico y lleno de romanticismo. Un canto futurista en clave decimonónica a la guerra, a la camaradería masculina y a la inmensa nostalgia que siempre acompaña a las historias apocalípticas.
AMOR POR LA GUERRA
Marcus Phoenix es un desertor. Fue encarcelado cuando dejó su puesto de guerra intentando salvar a su padre del inminente fin del mundo. Durante 14 largos años, mientras la humanidad libraba su última batalla contra una raza de aliens subterráneos (en este caso, los aliens no son extraterrestres, sino intraterrestres), Phoenix sobrevivió encerrado en una cárcel letal. Hasta que, en plena desesperación por la inminente derrota de la humanidad, el sargento Dominic Santiago lo rescata: los buenos soldados escasean. Aunque sean desertores.
Las tres aventuras de Gears of War suceden en medio de una guerra que se siente ya perdida. Junto a los horrores de la guerra (es un juego apto para jugadores maduros), la belleza de la violencia; frente a la desesperación de la muerte, la alegría inmensa de la batalla.
En Gears of War 3, el comando Delta, la última esperanza de la raza humana, al mando de Phoenix enfrenta la esperada y clásica batalla final (no hay gesta heroica sin esa batalla final). En este encuentro, por primera vez tres mujeres se unirán al comando, lo cual es toda una novedad en el universo más bien machista del juego.
Entre algunas innovaciones tecnológicas, el juego ofrece la posibilidad de juego de cuatro jugadores simultáneos y por primera vez el soporte de 3D.
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